Calle 20. Tejiendo arte. Septiembre 2010











Cada vez nos extraña menos ver una pieza tejida o bordada expuesta en una galería de arte. Los hilos parecen haber relegado su función de remendar a un segundo plano para cobrar protagonismo como vehículo de la expresividad de muchos artistas contemporáneos. Nos acercamos a la obra de algunos de ellos.

Parece que nos ha tocado vivir una época tan ajetreada que el tiempo que no tenemos reservado para las obligaciones y compromisos lo gastamos en comprar y no en elaborar, que los costureros de casa solo salen de su escondite para pegar un botón y los oficios artesanales quedaron dos generaciones atrás… No es que estas apariencias disten mucho de la realidad, pero si rebuscamos un poco, encontraremos un movimiento de gente que se entretiene ideando qué nuevo objeto reinterpretar en su versión en crochet siguiendo la tradición del amigurumi japonés, nuevos diseñadores que intentan ponernos más fácil huir de la uniformidad cosiendo modelos que antes solo existían en su imaginación, o que hay un creciente número de artistas que han encontrado en las distintas formas de tejer y bordar una forma de expresarse de manera individual y están colocando en primer plano estas técnicas haciéndolas protagonistas de sus instalaciones.

Tejiendo una protesta

Quizá el precedente más conocido de este arte textil contemporáneo sean los mensajes bordados de Louise Bourgeois reivindicando el papel de la mujer. Siguiendo esta estela de arte comprometido, la portuguesa Joana Vasconcelos (París, 1971) cuenta que empezó a utilizar el crochet y el punto en su obra cuando se dio cuenta del valor y la importancia de estas prácticas. “La complejidad del crochet y su relevancia social son increíbles. Desafortunadamente, en la sociedad consumista actual, a menudo se menosprecia lo tradicional ante lo novedoso sin darnos cuenta de los tesoros que nos estamos perdiendo”. Joana quiere que su obra plantee una reflexión sobre el consumismo y sus efectos en la sociedad. “Me interesa explorar la vida diaria y mostrarla de forma distinta. El punto y el crochet forman parte de mi vocabulario pero solo de manera que puedan romper las barreras de los tópicos asociados a estas técnicas tradicionales: yo quiero dejar a un lado la feminidad, el pequeño tamaño y la delicadeza para ligar el punto y el crochet a un territorio nuevo de formas y dimensiones diferentes”.
Su obra Contamination se presenta como un enorme y extraño cuerpo textil compuesto por múltiples tentáculos. Su gran variedad de colores y texturas le permiten sintetizar un conjunto de obras previas de la artista. La instalación está asociada a la arquitectura del espacio que invade y lo contamina interfiriendo en la experiencia del lugar que percibe el espectador. Con esta obra, Vasconcelos reintroduce el paradigma de lo dionisíaco mediante una explosión de formas y colores que dan énfasis al poder del hedonismo y la sensualidad.

Crochet de metal

No siempre hay una reivindicación tras el empleo de estas técnicas, la americana Joan Dulla (Connecticut, 1949), llegó a ella como parte de una evolución casual de su trabajo: “yo me dedico a hacer joyas manufacturadas y utilizaba el crochet para producir las cadenas para mis piezas. De manera fluida empecé a desarrollar una técnica más elaborada que se tradujo en un trabajo más escultural”. La artista afirma que el proceso de creación de sus obras está rodeado de magia: siempre que se encuentra bloqueada aparece un estímulo que la inspira para inventar algo nuevo. Relata como ejemplo cuando descubrió que el hilo de plata que utilizaba para hacer crochet podía mantener la forma que ella le daba de manera consistente y esto la condujo a realizar las esferas en las que ha basado gran parte de su trabajo posterior, o cuando escuchó a un profesor de pintura diciendo a sus alumnos que las obras gozarían de una mayor intensidad y viveza si mezclaban los colores en lugar de aplicarlos directamente del tubo, “cuando llegué al taller empecé a combinar alambres de dos colores en la producción de mis obras”…

También la valenciana Anna Talens (Carcaixent, 1978) teje sus piezas con hilos de metal. Recuperó la técnica que le había enseñado su abuela paterna de niña y sustituyó el hilo de algodón por el de cobre. Esta idea se le ocurrió tras quedar impresionada con los trabajos de cestería de los aborígenes australianos que pudo admirar en una exposición del Museum of Contemporary Art de Sydney. Desde entonces confecciona su serie “Recipientes para el viento” a la que cada año añade ejemplares nuevos y únicos.
Anna escribe y dibuja sus ideas consciente de que muchas veces llegan en los momentos más inesperados. «Si estoy de viaje siempre me acompañan una cámara de fotos, una aguja de ganchillo, un cuaderno y acuarelas. Es como si la cabeza trabajase por su cuenta uniendo experiencias, sentimientos, materiales y formas». En el estudio afianza ideas trabajando con los objetos y los elementos. Anna disfruta del trabajo manual: “valoro el objeto único, además, los procesos de repetición en la ejecución de las obras me sirven para disfrutar del silencio. Me parece muy interesante cómo en el proceso de tejido todas las piezas comienzan del mismo modo y todas acaban convirtiéndose en algo diferente. No parto de formas preconcebidas, sino que durante la ejecución se va generando la misma”.
La otra pasión de la artista a la hora de trabajar es rodearse del encanto que poseen los artículos cotidianos que acostumbraban a usar sus familiares en el pasado: «Me gusta abrir los cajones y encontrar cosas». Sus tejidos siempre van acompañados de otros objetos como ampollas de cristal, cascabeles, clavos u otros elementos que los vinculan con otras identidades.

El camino hacia el bordado

Lauren DiCioccio (Philadelphia, 1984) ya acostumbraba a hacer manualidades en casa de pequeña y aprendió a coser con su madre cuando era muy joven. Pasado el tiempo, una vez que se hubo graduado en pintura en la universidad, retomó la costura. De eso hace cinco años y desde entonces su aproximación al bordado ha sido más parecida a la de una variante de la pintura que a la de la artesanía tradicional: “no me preocupo por la perfección de cada puntada que doy, sino que me centro en el uso de la línea, la textura y el color de una forma evocadora”. Lo que su trabajo conserva de artesanal es la dedicación que necesita, por eso suele trabajar de noche mientras escucha partidos de beisbol en la radio o ve alguna película que le ayudan a pasar el tiempo y concentrarse. Las paredes de su estudio están cubiertas por las tarjetas de invitación a distintas exposiciones, las postales que le envían sus amigos cuando están de viaje y las notas recordándole cosas que tiene que hacer o los sitios donde tiene que ir que le escriben su familia y amigos - «me ayudan a concentrarme en el trabajo solitario en el estudio».
A Lauren le interesan los sentimientos de nostalgia y la forma en que creamos y almacenamos los recuerdos: “siempre intentamos mantener el pasado”. También cree que nuestro paso a la era digital está basada en un deseo de ligereza: “mi obra describe mi tristeza por objetos de nuestro día a día, como los periódicos o las revistas, que están siendo sustituidos por su formato digital. Para mí es importante que la información tenga un peso físico y tengo la sensación de que esos objetos cotidianos proveen seguridad”. “En la serie “Sewnnews” he seleccionado de The New York Times imágenes potentes que sugerían poder, liderazgo o comunicación, las he cubierto con una muselina y las he bordado dejándolas inacabadas, como bocetos cuyos hilos se enredan y desenmarañan. De esta forma, pretendo transmitir la belleza del ritual de leer la prensa tratando el papel como un material táctil y frágil mediante su traslación al lenguaje artesanal”.

De la nostalgia de Lauren DiCioccio a los recuerdos de Louise Riley (Detroit, 1981) acerca de cómo llegó a este mundo del arte textil, Louise tuvo dudas para elegir entre las matemáticas o el arte, una vez hecha esta elección, fue la única de su promoción que se decantó por especializarse en textiles. Este hecho se tradujo en que su clase se reducía a una mesa con una máquina de coser en medio de un pasillo y una profesora que le explicaba qué hacer y la dejaba. “Me encantó esta aventura tan diferente, sentía libertad y control y también me alegraba cuando perdía el control. Desde entonces para mí siempre existe una conexión entre bordar y libertad”. Cuenta que su destino quedó sellado cuando su profesora la llevó a visitar a Alice Kettle en el Victoria & Albert Museum para su 17 cumpleaños. Aún sigue convencida de su decisión: le encanta que cada día sea distinto, que continuamente tenga que plantearse la resolución de retos creativos y técnicos, que crear arte transforme lo ordinario en extraordinario...
Su trabajo explora “la aventura entre la naturaleza y la sociedad. Si se trata de fenómenos opuestos o simbióticos y cuál de ellos es una bestia mayor”. Piensa en cuán ligados han estado la vida doméstica y los hilos y telas: “las relaciones que han tenido lugar en los sofás familiares, las camas, las alfombras...”
“Cuando coso figuras, pienso en los hilos como cadenas de adn, en cada puntada como el código binario y en la tela como nuestra segunda piel. Esto me hace pensar en la Teoría de cuerdas y en las experiencias que van sucediendo de forma paralela de forma interminable sin ninguna otra solución, como un alineamiento cósmico. Me hace pensar que la pintura tampoco tiene fin alguno...”
Al principio contábamos que uno de los objetivos de Joana Vasconcelos al escoger el crochet y el punto como base de su obra, era desligarla de su casi inseparable asociación con lo femenino. Acabamos el artículo con un claro ejemplo de que las cosas están cambiando y ahora también los hombres se atreven a tricotar y además lo muestran a gran escala. Es el caso de Dave Cole (1975, Lebanon, New Hampshire). Dave empezó a hacer punto mientras estudiaba en la universidad porque le ayudaba a concentrarse. Cuenta que desde entonces su reto siempre ha sido tejer cosas más y más grandes y aún no ha encontrado nada imposible. “The Knitting machine” da fe de esta intención y de su otra preocupación: hacerse preguntas acerca del sueño americano y de su relación con un marco más global. A Dave le fascina cómo la bandera americana tiene el poder de generar sentimientos totalmente contradictorios, según sus palabras en un artículo de Globe: “Con la misma pieza, puedes afirmar una cosa o negarla y las dos sentencias serán ciertas. No significa algo intermedio. La bandera es un símbolo de esperanza, una promesa y lo que al ejército le gustaría que pensaras. Pero al mismo tiempo es un símbolo de corta amplitud de visión y codicia con respecto al comportamiento internacional. Me gusta que la bandera signifique muchas cosas”
Seis visiones muy personales y alejadas entre sí de seis artistas vinculados por su decisión de sustituir los pinceles, los lápices y cinceles por la aguja y el hilo y conseguir soluciones expresivas y estéticas que nadie había explorado previamente. Queda mucho por tejer...

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