Fin
de semana de frío. Llueve fuera; me quedo dentro. Hay días en que
solo apetece quedarse en casa. No me importaría que no fuese en la
propia... Estoy en mi sofá apoyada en cojines heredados de mi
abuela, rodeada de los cuadros que a mí me gustan, de estanterías
con los libros que yo he leído y de recortes de aquí y de allá. Siempre he pensado que una casa es ese
espacio para el que se añadió un octavo día a la creación con el
fin de que cada uno pudiese disfrutar de un rincón en el mundo hecho
a su medida.
Afortunadamente, hay gente con ganas de compartir ese
espacio privado con el fin de mostrar distintas disciplinas creativas
de una manera más cercana. Los promotores de estas iniciativas
coinciden en sus ganas de conocer a gente inquieta con la que
compartir proyectos en un espacio acogedor y en que los asistentes
son muy respetuosos y agradecidos.
La
casa de Bárbara Aurell en Barcelona ejerce las funciones de vivienda
y de su estudio de interiorismo. El gran protagonista del espacio es
un largo salón de blancas paredes y blancos techos con bóveda y
vigas con una terraza al fondo. Es ahí donde, bajo la denominación
de Movimiento en Blanco,
programa una
exposición un jueves de cada mes. El requisito fundamental es que se
trate de algo artístico: ilustración, pintura, escultura,
fotografía...
Bárbara destaca que se trata de una
iniciativa “por
amor al arte: no hay ánimo de lucro, ni siquiera sé el precio que
tienen las piezas que se exponen”. Sus
razones para liderar este proyecto se contagian de pasión:“La
vida es algo más que trabajar y tener obligaciones: no somos
máquinas. ¡Ya está bien de tanto mundo gris!. Todo el mundo tiene
algo que enseñar y que aprender. Hay mucho talento ahí fuera y hay
que ayudar para que salga y nos salpique a todos. Es necesario
compartir, ya no sólo algo artístico sino la vida misma: tus
inquietudes, tus miedos, tus retos… La excusa es una exposición
artística, la realidad es un grupo de gente inquieta con ganas de
que pasen cosas.”
Le pregunto acerca de la
experiencia de abrir las puertas de su casa a desconocidos. Le
pregunto si hace desaparecer sus objetos personales
“mi
espacio, es mi hogar, mi estudio de trabajo y mi vida. Invito a la
gente a mi casa y tiene que ser así. Lo único que quito son las
obras de arte que tengo repartidas por casa para que no contaminen
las obras del artista en MOVIMIENTO. Pero la casa se queda tal cual y
ésa es la gracia. Esto crea un ambiente relajado y cotidiano para el
artista y los invitados”.
Bárbara
cuenta cómo configura esa lista de invitados mediante la que
pretende poner en contacto a gente entre la que pueden surgir
sinergias. “La lista de
invitados incluye nombre y profesión y es una mezcla de la base de
datos de MOVIMIENTO (forjada con gente interesada en estos dos años)
y la proporcionada por el artista. La noche del evento, me dedico a
mezclar a la gente mientras el artista explica su obra. En un momento
dado, hago una pequeña presentación de MOVIMIENTO y del artista. El
transcurso de la noche hace el resto. Días más tarde, se envía un
mail de agradecimiento con un vídeo realizado por sinnombre.com.”
Andrew,
interiorista y diseñador de mobiliario, y Mari Luz, fotógrafa,
hablan de los comienzos de Openhouse Project,
un apartamento que un día a la semana se convierte en galería y
restaurante:
“vivíamos en una pequeña casa
con una gran terraza en el Barrio Gótico de Barcelona. Un día se me
ocurrió exponer en casa un proyecto que estaba editando e invitar a
amigos y fotógrafos. Nosotros poníamos el espacio, las fotos y el
vermut y los invitados me ayudaban a editar el proyecto…. A Andrew
le encantó la idea.
Más
tarde, encontramos la casa donde vivimos ahora. Cuando la vimos
dijimos: “¡Esto sí que es una galería. Hagámoslo aquí!”.
Tres meses después inauguramos el proyecto. Primero con la idea de
galería fotográfica; cuando Nobu, cocinero japonés, vino a vivir a
casa, añadimos las cenas. Luego, incorporamos los conciertos de
música clásica acompañando la cena. La periodista Ana Schulz,
colabora en la programación de la galería”.
Para
el proyecto expositivo, denominado The Gallery, se han especializado
en proyectos fotográficos “que
documenten una realidad muy personal e íntima en la que el fotógrafo
sea uno de los protagonistas de la historia que cuenta”.
No
hace falta más que asomarse al título de la última exposición, a
cargo del fotógrafo Román Yñán, “Hola
me llamo Román y hago fotos a mi familia”, para saber a qué se
refiere Mari Luz.
Los dueños de la casa y promotores de Openhouse Project cuentan que
les gusta “cómo
se relacionan las fotos expuestas con el resto de la casa: con
nuestras cosas en la habitación, en el salón…”
Para
la iniciativa The Kitchen, intercalan un mes sushi party y otro,
concierto más cena japonesa. “Se
trata de una cena de pie para entre 25 y 50 personas. Se distribuyen
mesitas con platos, palillos, soja, copas y vino, por toda la casa:
los 2 salones, los dormitorios y la galería. Los platos de comida
van saliendo como self-service.
También puedes acercarte a la cocina para hablar con el chef y que
te explique el plato. Nosotros compartimos la cena y la experiencia
aunque siempre con la responsabilidad de que esté todo bien y no
falte de nada.”
Para
hacerles una visita “lo
mejor es seguirnos en facebook.
Tenemos un mailing de gente conocida y ahora ya no tan conocida,
porque cada vez nos escribe más gente para que le apuntemos a la
newsletter”.
EN
CASA DE OTROS
Rick
Treffers estaba en 2002 en su casa en Ámsterdam tocando una canción:
“La acústica me gustó y
pensé:'¡qué pena que no haya nadie aquí para compartirla
conmigo!'. Así nació la idea de invitar a gente a mi salón y, más
tarde, a otros salones y otras ciudades.”
Ése
fue el comienzo de Live in the Living:
conciertos de tres artistas cada uno de los cuales toca 15 minutos y
repite después de un descanso para picar y conocer al público, al
anfitrión y a los artistas.
“La
intimidad de este tipo de conciertos es única. No se puede comparar
con un concierto en una sala o un bar, porque los músicos no
utilizan amplificación y el público está más cerca y en silencio,
prestándole la máxima atención al artista. Un lujo para todos, en
un ambiente personal”.
Los
45 minutos de concierto previos a la pausa suponen una perfecta
excusa para mezclar conversaciones entre músicos y asistentes
durante el descanso.
A la vuelta, existe una complicidad diferente y son más las
anécdotas y referencias que introducen cada canción en la segunda
mitad del concierto: “Después
del descanso, en general, tanto los músicos como los espectadores
suelen estar más sueltos debido a la integración durante el
descanso y, a veces, también al alcohol
-dice Rick guiñando un ojo-.
Al principio, la gente y los músicos suelen estar un poco nerviosos,
pero también esa sensación es bonita”.
Los
orígenes del Sofá Underground,
también empezaron ligados a la música -puede que algo tenga que ver
que los promotores de ambas iniciativas sean músicos- pero, su
principal diferencia con Live in the Living, es que ellos pretenden
que el Sofá
sea una lanzadera de proyectos de distintas disciplinas: teatro,
danza y atrezzo, cortometrajes, lecturas, performances artísticas,
exposiciones fotográficas, etc.
Chris
Peterson, líder este proyecto, cuenta: “Cuando
en 2008 me enteré de que Radiohead iba a tocar una sesión en vivo
en un sótano, la idea me pareció fascinante. En EEUU ya tocaba con
amigos en el garaje para nuestros conocidos pero en Europa es
diferente porque los garajes y jardines grandes no son tan
habituales. Hablando con mi amigo Cummings sobre la escena musical
madrileña, él sugirió hacer algo como Live in the Living pero
gratis. Me gustó la idea. Queríamos un microfestival de música y
arte en pisos sin dinero
de por medio. Cobrando entrada cambia el ambiente: pasas de ser
invitado en casa de un amigo a ser un evento por cuyo servicio has
pagado.”
Cierto
es que, como señala Rick, Live in the Living tampoco se basa en el
ánimo de lucro y los 10 euros (bebidas incluídas) que pagan los
asistentes sirven básicamente para cubrir gastos: “Lo
que se genera se reparte entre artistas y organización.”
Les
pregunto qué tipo de gente ofrece su casa para esta clase de
experiencias. Ambos organizadores coinciden en que existe un amplio
abanico de personas,
muchas de las cuales han asistido previamente como público a una
sesión anterior.
Chris
destaca la importancia de los anfitriones “son
un ingrediente imprescindible ya que el entorno donde uno toca,
expone, etc. ayuda mucho a crear buena armonía entre los
participantes y la obra artística. Para mantener el aspecto
hogareño, buscamos salones diáfanos por el centro de Madrid en el
que puedan sentarse unas 30 ó 40 personas”.
Ambas
propuestas, mantienen en secreto la dirección de los anfitriones.
Ésta nunca se revela en la convocatoria y sólo las personas que se
han apuntado a tiempo y tienen la suerte de figurar en la lista de
admitidos, reciben un email con la información.
UN
MOVIMIENTO QUE SE EXTIENDE
Live in
the Living tiene sedes en Madrid, Valencia y busca aliados en
Barcelona. Fuera de nuestras fronteras, también
Alemania (especialmente Berlín) y varias ciudades en Holanda, se han
rendido ante esta propuesta.
Chris
invita a la creación de redes: “La
idea es sencilla y ha inspirado a otros a hacer lo mismo en sus
propias ciudades. Ya se han celebrado “microfestivales sofareños”
en Bilbao, Sevilla, Valencia y Cracovia (Polonia). Pero no para ahí:
estamos hablando con gente en Lisboa y Helsinki. No se puede ignorar
algo que promueve la cultura de una manera tan cercana. Es un
movimiento y este movimiento es tan tuyo como lo nuestro. Únete.
Simplemente contacta con nosotros y lo hablamos”.
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