Riki Blanco. Calle 20. Mayo


Tiene una admirable capacidad de concretar emociones en metáforas visuales, quizá sea por eso que acabó el pasado año ganando el Primer Premio Internacional Libro Animado Interactivo en Español Conaculta. En 2007 ya había recibido el segundo Premio Nacional de Ilustración del Ministerio por Cuentos pulga. Entrevistamos al polifacético ilustrador.
Riki Blanco (Barcelona, 1978) cuenta que cuando trabaja intenta huir de los lugares comunes, de lo fácil y previsible. También se desmarca de quienes asocian el trabajo de ilustrador a la infancia: “Uno de mis objetivos es exorcizarme de esa caprichosa cosa que llaman el "niño que llevamos dentro”. Ese niño es un recuerdo idealizado de nuestra infancia al que nos encomendamos como si se tratase de una divinidad cuando descubrimos que en nuestra vida "falta algo" o no somos capaces de mantener la pose de adulto por mucho tiempo. Ser adulto implica tener sentido de la responsabilidad. Eso no quita que tengamos que ir por la vida reprimiendo algo que forma parte del ser humano: emoción, ilusión, juego, humor, cariño, etc... Eso se tiene de niño (algunos aún lo tienen) y se debería tener de mayor, no es incompatible con la madurez y la inteligencia. "El niño que fui" sigue estando presente, pero trato de que habite bajo la barba”.
¿De qué otras cosas huyes a la hora de enfrentarte a una ilustración?

Trato de no auto-censurarme sobre la temática o el tono con el que se trata. Otra cosa bien diferente es aprovecharse del dolor ajeno para ser provocativo y jactarse de ello.

Riki se independizó temprano. Poco tiempo después, se mudó a Sevilla y se recluyó en un piso para pintar, ¿eras autodidacta por aquel entonces?

A los 17 acabé un ciclo de Formación Profesional de telecomunicaciones y me busqué la vida legal y alegalmente, casi siempre pintando. Estudié un año en una escuela de cómic de cuyo nombre no quiero acordarme y a los 19 decidí que quería pasar un año sabático en Sevilla para dedicarme a descifrar quién era. Allí pinté mucho. Al final tenía algunas deudas y muchos cuadros pero por suerte me propusieron exponer en un bar de la Alameda. Lo vendí todo, pagué mis deudas y, con lo que me sobraba, compré un billete de vuelta. Salió redondo. Fue un año duro pero precioso. Creo que algo aprendí de mí y del mundo pero de pintar no tenía ni idea, la verdad.
¿Tuviste siempre una vocación clara?¿Cómo fue el paso de pintar en un piso en Sevilla a inscribirte en la Escola Massana?
Tardé mucho tiempo en saber que eso era un oficio y que hasta se podía estudiar. Hice telecomunicaciones con la falsa esperanza de dibujar robots. Pero allí sólo diseñábamos sus entrañas. A los 16 conocí a los chicos del taller Art a part en un Centro Social de la ciudad. Allí lo supe. Esperé a acabar los estudios para darme cuenta que no quería delegar el dibujo a un simple hobby. En la escuela de cómic me hacían dibujar robots, pero yo ya no quería saber nada de ellos. Al llegar de Sevilla, me hablaron de la Massana y ahí es donde aprendí.

Nada como escuchar el relato de su primer encargo profesional, para descubrir otra de las facetas del ilustrador como gran contador de anécdotas:

Precisamente fue para pagarme los estudios de la Massana: necesitaba 40.000 pesetas. Un amigo que trabajó en la construcción me contó que su jefe buscaba a alguien que le pintara un cuadro. En mi empeño por impresionarle, me presenté ante él con un chaleco de brillantes, los ojos pintados y aspecto de loco. Lo que este tipo con aspecto de mafioso quería, era una reproducción hiperrealista de una de esas postales en blanco y negro de niños besándose con un detalle de color en una rosa. Por lo visto le recordaba a su primer amor. Tenía una habitación llena de cuadros con esa misma imagen. ¡Ah, bueno. Ahí quien estaba zumbado era él!. Me preguntó cuánto quería cobrar. Pestañeé. “40.000” -le dije. “-Bien, pero si no es exactamente igual no te doy nada”. Sudé la gota gorda pero lo conseguí.

Cuando aún estudiaba en la Massana, Riki se lanzó a la aventura editorial con Garabattage junto a un grupo de compañeros que echaban de menos una publicación especializada en ilustración en aquel tiempo. Lo dejó para fundar Ediciones Frágil, ¿tienes una vena emprendedora o tus necesidades creativas te impulsan a crear nuevas plataformas de difusión de tu trabajo?

En realidad hay un punto en el que el único propósito es materializar lo que te gusta, tanto si es tuyo como si no. Así salió mi primera publicación "Usted", bajo seudónimo, luego vinieron "Marxa Fúnebre", de Pau Masiques y "Los Niños de Praga", de Azucena C. y Alto. Eran ediciones limitadas, manufacturadas y cuidadas. Sin promoción ni distribución. Se trataba de crear una publicación en la frontera entre lo popular y lo exclusivo. Ahora Frágil está invernando.

¿Cuál es el proyecto profesional al que te sientes más vinculado?

El libro animado "Touché!". En él, mientras hablo con tristeza sarcástica sobre la separación, dejo caer todo lo que he aprendido sobre el amor. Lo concebí desde cero, lo escribí, lo animé, le puse música, lo programé... Y ahora lo estoy promocionando: en la red se puede ver y descargar gratis.

Ya has probado la faceta de escritor, ¿qué tal la experiencia, fue algo puntual o es una faceta que desarrollas en paralelo?

Una de las cosas que más me gusta de escribir es que, al no tener soltura, no me puedo permitir florituras ni artificios y eso me obliga a ir directo al grano. Escribo a ráfagas y me siento más cómodo componiendo microcuentos, aforismos, microcanciones, sms... Si me pongo en ese modo, puedo pasarme una buena temporada frente al teclado pero, por cuestión de proporciones, no podría decir que es una faceta en paralelo sino una satélite.

¿Qué temas son los que más te interesan?

Los que tengan que ver con la condición humana de una forma directa. Disfruto especialmente con los sentimientos encontrados, los dilemas y límites morales, las mentiras piadosas, la ignominia del que cree tener la vida arreglada, los mecanismos que tiene este sistema de mierda para que celebremos la inercia con ingenuidad, el humor negro, lo agridulce, los binomios...

¿Qué hace alguien en su tiempo libre cuando ya se dedica a lo que más le gusta?

Buena pregunta. Aunque en el concepto de "gustar" diferenciaría el placer de la satisfacción. Mi trabajo me satisface siempre, pero no siempre me da placer. Por lo menos un placer inmediato. Así que supongo que mi tiempo libre lo dedico, mayoritariamente, a cosas que me dan placer pero no siempre satisfacción.

¿Cuáles son esas fuentes de placer?

Mi pareja, las tiendas de antigüedades, la música triste, las tertulias, Six feet under, mi imagen distorsionada e idílica de Rusia, el café, mi familia, el teatro, los chistes malos, los bosques húmedos y frondosos, mis amigos, mi bici, mi imagen distorsionada e idílica del pasado, el invierno, el futbolín, el olor a chimenea y el olor a estiércol, el vino tinto, las corales, el sexo, el tiro con arco, la mafia, el juego por el juego, la literatura, la improvisación, la construcción de artilugios absurdos, la pizza con albahaca, el arte y el ensayo, la auto-sugestión y mi imagen idílica de todo lo que he mencionado.

¿Cuál es la mayor diferencia en el proceso de producción para una editorial o una escenografía?

Ninguna hasta que se tiene que aplicar el trabajo conceptual al soporte. Primero te empapas, dejas que el imaginario pulule sobre tu cabeza y justo en el momento que intuyes una estrategia es cuando debes pensar en la idiosincrasia del medio.

En tu faceta de profesor, ¿qué lección que echaste de menos que te dieran a ti, te gustaría transmitir a tus alumnos?

De la Massana solo eché de menos tener más tiempo para asimilar lo aprendido. Pero en el colegio al que fui de pequeño, casi me echaron por hacerle preguntas al profesor de religión. En mis clases trato de enseñar las herramientas que considero esenciales para que cada alumno construya su propia metodología. Una que le permita poder moverse en cualquier dirección y que no le haga ampararse en ninguna fórmula. Digamos que es una pedagogía en la que las discrepancias argumentadas y el debate son vitales.¿Qué aventura tienes pendiente?
Aquellas que no hice de jovencito: Sacarme el carnet de conducir, aprender inglés y diplomarme en un Grado de Arte y Diseño. Ahora para enseñar un oficio al que te dedicas es necesario un título. Un capricho de la administración.
PD.- Riki acaba de enviarme un mensaje: “He aprobado el carnet de conducir”.

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